Los buenos propósitos

¿Recuerdas aquel día
a principios del verano?
Salimos a pasear
y los arbustos en flor
olían dulces en la calle tranquila.
Yo confiaba en ti y en el verano.

Después hubo más días,
ni nuevos, ni fragantes:
eran fardos pesados,
que yo soltaba con alivio
por la noche,
cuando deseaba quedarme
a solas con el cielo
más que nada en el mundo.

Han pasado los meses
y sólo somos más viejos.

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