La queja

Deberían prohibirse
esos días con olor a tormenta
del final del verano,
porque cualquiera puede
sentirse melancólico
y construir una queja
sobre el mundo imperfecto
para contársela luego
a un buen amigo.

Las quejas no debieran
permitirse,
porque este día,
a pesar del olor que desprenden los setos,
avanza también
como una esfera grande,
que se nutre de todos
los alientos:
los tristes, los desamparados,
los poderosos,
y su marcha es imparable
hacia la noche.

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