El que sabe

El que sabe nunca está solo,
porque estar solo
es palpar el vacío,
y él puede pasar la tarde
en un velador
mientras escribe
o come aceitunas.

Por la noche apaga la luz
o busca en la ciudad
alguna sombra ebria,
que haya dejado en casa
el bastón y el sombrero.

El que sabe se tiene,
y toca a menudo su vientre
como una embarazada.
Es feliz
el setenta por ciento
de las veces.

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